12 de junio de 2022
Niños Niñas y Adolescentes trabajadores entre narrativas, contranarrativas y esfuerzos por el reconocimiento, la garantía de los derechos y la dignidad.
*Escrito por Alejandro Martínez. Docente investigador Facultad de Ciencias Sociales y Humanas de la Universidad Externado de Colombia. Emprendedor Social de la Red Mundial de Emprendimiento Social. Ashoka
En Colombia se cuentan en alrededor de medio millón, en la región pueden ser más de diez millones y en el mundo más de 160 millones. Estas cifras de seguro “mal contadas” como decimos coloquialmente, dan cuenta de un enorme fenómeno que amerita que quienes reflexionamos y actuamos en relación con los procesos sociales y la vida de quienes los encarnan nos detengamos a ver, a discernir y a desarrollar acciones protectoras y garantes para esos miles y millones de NNAs.
Para ese proceso de reconocimiento necesitamos desarrollar una forma de enunciación y comunicación de la vida de estos NNAs y por ende de las posibilidades de existencia y de futuro de ellos y ellas consideradas muchas veces: “capital perdido”, “causa de la pobreza” y hasta “vergüenza social”. Esta narrativa de pérdida, pobreza y vergüenza social tiene un amplio eco en la mayoría de estamentos sociales que la reproducen y amplifican, exacerbando y aderezando con imágenes que buscan movilizar las sensibilidades en contra del fenómeno que se narra indeseable y perverso.
Dos elementos pueden ayudar a aproximarnos sin caer en el prejuicio o exculpación a priori del fenómeno, esforzándonos por no caer en el prejuicio que condena o en el prejuicio que enaltece. En primer lugar, distinguir las nociones, narrativas y conceptualizaciones que constituyen el grueso de las reflexiones en torno al concepto trabajo infantil. En segundo lugar, distinguir el sujeto, la persona, la historia, la experiencia vital del niño, niña y adolescente y su propia enunciación.
Este ejercicio de distinción entre la noción, la idea, el concepto, la narrativa y el sujeto, su forma de reconocerse y el ejercicio de enunciación que se constituye en una contra-narrativa desde algunos NNAs y desde organizaciones sociales; que consideran que los NNAs tienen el derecho a trabajar y que ese derecho debe garantizarse en interdependencia e interrelación con el conjunto de todos los derechos establecidos en el denominado Bloque de Constitucionalidad en Infancia y Adolescencia en Colombia.
Entender y distinguir las narrativas sobre trabajo infantil y la vida de los NNAs es una herramienta impresindible para contribuir al cometido de: reconocimiento, garantía de derechos y en últimas la recuperación de la plena dignidad para todas las infancias y especialmente para aquellas que sufren afectación a sus derechos.
Es con este procedimiento de distinción que podemos acercarnos al acumulado de reflexión desde el “trabajo vergüenza” al “trabajo derecho”, pero sobre todo, insistir en lo que nos permita acercarnos al sujeto, a la persona humana NNAs que participa de actividades laborales y que desde el mandato de la CDN debemos proteger contra la explotación; garantizando su supervivencia, participación y desarrollo. En últimas, distinguir el sujeto del predicado que hemos construido sobre él.
“El amor es la emoción que constituye el dominio de conductas donde se da la operacionalidad de la aceptación del otro como un legítimo otro en la convivencia, y es ese modo de convivencia lo que connotamos cuando hablamos de lo social. Por esto digo que el amor es la emoción que funda lo social; sin aceptación del otro en la convivencia no hay fenómeno social.” H. Maturana.
Hoy en el denominado “día contra el trabajo infantil” nuestros esfuerzos deben redoblarse en la defensa profunda de la dignidad y la valía social de estos NNAs y en la lucha frontal contra las condiciones de explotación, que los empobrece y los niega en su existencia como sujetos, como personas, como proyectos de humanidad. Para ello es necesario permitir que se interroguen nuestras ideas, conceptos y narrativas con las formas de pensarse, comprenderse y narrarse ellos y ellas; todo lo anterior en el cometido único de garantizar sus derechos y su existencia en plena dignidad en la construcción de una sociedad incluyente en un acto amoroso como diría Maturana, de reconocimiento y legitimación de la persona y del sujeto social, que nos permite la aceptación del otro, como un legítimo otro en la convivencia social.