8 de junio de 2021
El Trabajo Social analiza la pandemia: El colapso anunciado en la sobrexplotación de las mujeres madres
Con el profundo agradecimiento a las mujeres que son madres que conozco, y, me enseñan a diario. A Betky Juliana, quién, desde su saber como docente y madre, me orientó en esa reflexión.
Después de un año y dos meses del primer confinamiento obligatorio decretado en Colombia, creo que muchas mujeres sentimos un incómodo al abordar algunos problemas, una sensación de, “más de lo mismo”: hablamos de problemas denunciados hace décadas presentes en el hogar y en las relaciones familiares: entre ellos, la violencia de género, el trabajo doméstico que sobrexplota a las mujeres y la romantización de la maternidad.
Parto de la hipótesis que la pandemia – al contrario de posibilitar hasta ahora, la emergencia de otros modos de vivir, socialmente igualitarios y no destructores de la naturaleza – agudizó la peor cara del patriarcado, del racismo colonial y del capitalismo, sistemas históricos, constantemente reactualizados contextual y socio-territorialmente.
Esta imbricación de las opresiones sin duda constituye y es transversal a las vivencias de las maternidades – tema que me genera cierta resistencia en abordarlo desde mi lugar que, analiza un fenómeno no vivido, es decir, no soy madre. Anuncio mi lugar de quien escribe sobre un fenómeno social, un constructo sobre el cual por lo tanto, no hay que ser vivido para ser pensado y problematizado.
Me consterna pensar que otras mujeres podrían abordar el tema de manera más inteligente y creativa, y muchas, pueden que no lo hagan porque están cambiando pañales, preparando la comida, anticipando el almuerzo de mañana, limpiando todo lo que quedó después que los otros comieran, orientando en la tarea escolar, revisando si hay fiebre, educando, enseñando, eso sin mencionar sus sinfines de preocupaciones. El listado de trabajo doméstico realizado por las mujeres madres no tiene fin. Podría ocupar páginas para hablar de lo que implica ser madre, cuidado y amor del trabajo doméstico (separado intencionalmente amor y cuidado, del trabajo doméstico).
El trabajo doméstico es vital para la existencia humana. El amor y el cuidado son necesarios, es diferente, pero ambos requieren tiempo: El cantar una canción, el tornar el baño un momento de diversión, el enseñar y descubrir juntas a cada día toma tiempo y antes del confinamiento era compartido con la familia extensa, personas cercanas, los jardines o colegios y ahora, se centró en gran parte, en la figura de la mujer que es madre.
Ser madre, creo, no se resume a realizar trabajo doméstico, agotarse y preocuparse. Estoy convencida que la experiencia de la maternidad es amplia y puede ser profundamente realizadora de sueños y proyectos, es generadora de vivencias extremadamente bellas e importantes para la vida. Sin embargo, no puedo dejar de pensar que, para eso, son necesarias algunas condiciones. El contrario no es una imposibilidad: las precariedades económicas, la realización sobrexplotada del trabajo doméstico, las dificultades cotidianas, no impiden una vivencia diga de la maternidad, pero, seguramente, la dificultan.
Bajo la hipótesis de que lo que era difícil en el hogar y en las relaciones familiares, en el confinamiento se tornó peor, no es raro la denuncia de la sobrecarga sobre las mujeres, configurando una sobrexplotación sobre sus vidas, especialmente, si la mujer es madre.
Me quedo pensando en las recomendaciones para disfrutar la familia y jugar, cuando ya sabíamos que, en promedio, las mujeres realizan cuatro horas más de trabajo doméstico, lo que significa que posiblemente se acuestan más tarde y se despiertan más temprano que los demás. No dejo de pensar que si la “mamá” va jugar, puede estar un tanto más agotada que los demás. Me cuestiono porque entre tantos “tips” sobre el confinamiento en familia, pocos mencionan el bienestar de las mujeres madres, pocos hablan del trabajo doméstico en la vida cotidiana.
Con todo eso, no quiero decir que las mujeres madres son víctimas del patriarcado, porque la noción de víctima está completamente tergiversada en cierta noción despectiva de victimismo, es decir, de una quejadera sin razón y sin posibilidades de salida. Tampoco digo que son “mujeres berracas echadas pa delante”, porque quisiera un mundo en que no fuera necesario tener que ser tan berraca, bastaría poder vivir sin miles de obstáculos.
La maternidad en la modernidad occidental es romantizada. No hay que ir al otro extremo banalizándola o quitando su lugar vital para la vida. Maternar, cuidar y amar son posibilidades humanas. Debería ser una decisión (tampoco una obligación) a ser experimentada en un marco de buenas condiciones de vida. El trabajo doméstico es una necesidad humana. Debería ser una acción de todos que viven en el hogar, realizadas de acuerdo a la edad y al estado de salud. Lo que quiero decir es que hay salida, pero el camino requiere acciones cotidianas y decisiones estatales que reconozcan que, la intimidad es un espacio político.
*Escrito por Izabel Solyszko. Trabajadora Social. Post doctora en Género y desarrollo por la Universidad de los Andes (Colombia). Doctora en Trabajo Social por la Universidad Federal de Rio de Janeiro (Brasil). Docente investigadora de la Facultad de Ciencias Sociales y Humanas de la Universidad Externado de Colombia. Directora del Programa de Trabajo Social e integrante del Área de estudios de Familia de la misma Facultad.