Ciencias Sociales y Humanas

3 de julio de 2020

LO QUE TE PERMITA DORMIR DE NOCHE (Un acercamiento a la Pandemia desde el miedo)

Valeria Delgado Cruz

Estudiante del colegio Santa Francisca Romana

 

Recuerdo hace varios meses, cuando los problemas del día a día eran como apagar pequeños incendios: era solo cuestión de actuar rápido. “Voy tarde para inglés”, “me saqué una mala nota en matemáticas”, “se me cayó el celular y se rompió más la pantalla”, “no hay queso para el desayuno”. Fue en uno de estos días en que recuerdo que alguien me dijo: “¿Sabes cuándo se debe de consultar a algún psicólogo, o un psiquiatra? Cuando no sabes lo que está pasando”.

Miedo. Miedo a lo desconocido. Como cuando de niño te daba miedo la oscuridad, que es en realidad el miedo a lo que no puedes ver; o lo que manifestamos como el miedo a la muerte, que es en realidad el miedo al “¿qué viene después?”. Pregunta a la que nadie tiene una respuesta segura, por más de que piense que la tiene. Como seres humanos somos todo un enigma, imposible de resolverse, porque ni nosotros mismos nos conocemos totalmente, siempre va a haber algo que permanece oculto por más de que intentemos sacarlo a la luz.

Así que piensa en el Covid-19 por un momento. No creo que te haya producido placer de algún tipo, creo que, por más de que hayas pensado en él por unos segundos, te logró incomodar, producir malestar, o preocupar con tan solo la idea. ¡Virus! ¡Muerte! ¡Encierro! Pero, ¿cuál idea?, ¿cuál fue la idea que te preocupó, que te incomodó? no fue la idea de una partícula con forma de corona, no fue la idea de tener que lavarse las manos o de tener que usar tapabocas al salir de tu casa.

Volvamos al miedo a la muerte, pero no al miedo de “¿qué viene después?”, sino al “¿cómo?”. ¿Cómo morirías de Covid-19? no sería de una manera rápida, puede que sin dolor, gracias a las drogas que te darían por compasión, pero por más de que no te dolería físicamente, mentalmente la pasarías muy mal. Solo piénsalo, piénsate en una cama, en tu cama, en tu habitación, oscura porque te molesta la luz y solo quieres descansar. Solo, porque nadie quiere exactamente arriesgarse por ti a ser infectado, con un montón de tarros de medicina en tu mesa de noche, sin apetito, con la misma ropa de hace tres días. Hasta que viene tu primera señal de que has empezado a caminar por el sendero que te lleva fuera de esta vida: las alucinaciones empiezan a hacerte compañía, que son solo producto de tu cabeza para sobrellevar tu situación de una mejor manera. Piensas que estás de vuelta con tu mamá, caminando de la mano por el parque que lleva a tu casa de infancia. Pero, de repente, tienes un momento de lucidez, y comienzas a darte cuenta que tu boca nunca había estado tan seca, que estás más flaco, que el dolor de cabeza volvió, que tu planta tenía color y estaba bien hidratada hace tan solo un día, pero sobre todo, que estás viendo cosas que no están ahí. Entonces, quieres salir de ese estado, quieres darte un baño, quieres estar sano de nuevo, quieres ser tú de nuevo, pero se te olvidaba tu debilidad muscular, pues con un pequeño esfuerzo te cansas y vuelves a recostarte. Tienes frío, pero estás sudando por todas las cobijas que tienes encima, tienes calor, pero estás temblando de frío. Hasta que llegas a un punto en el que pareciera que tu termostato es ajeno a la temperatura externa, y que eres un ser imparcial al tiempo. Finalmente, llegas a un estado en el que ya nada tiene sentido, en un momento te ves en tu habitación, pero de repente te ves en tu antiguo colegio con tus amigos, mientras que tu cuerpo deja de funcionar lentamente. Si se tomaran el tiempo de hacerte una autopsia, no sabrían si dejaste de respirar primero, o si te deshidrataste primero. Pero no te harán esa autopsia, claro que no, ¿para qué? solo serás uno más entre los miles que han muerto de la enfermedad. No te harán un funeral, lo cual pensabas que era seguro que iba a pasar al morir, pero no, no se pueden reunir tantas personas. O tal vez sí, si no fuiste tan amado como lo estoy suponiendo.

¿Será eso?¿Será eso lo que nos está produciendo tanto malestar?¿Será eso a lo que le tenemos miedo verdaderamente? ¿O será algo más? ¿Será a que estamos perdiendo nuestra supremacía como especie? Recuerdo en una clase de ciencias, en la que la profesora nos dijo “todo lo que el ser humano se proponga, lo puede cumplir” y puede que sí, pero no en el tono positivo en el que ella lo estaba poniendo. Logramos tener salario, acercarnos a la igualdad de género, acercarnos a la igualdad étnica, acabar la esclavitud, y lograr la independencia de nuestro país por medio de la violencia. Tal vez lo que estamos cumpliendo es volvernos cada vez más salvajes, tal vez, lo que estamos logrando es subir nuestro ego. Tal vez, lo que estamos haciendo es crearnos un trono como humanidad, en el que nos creemos invencibles e intocables por absolutamente todo lo que existe. Sin embargo, llega algo diminuto, que no logramos ni ver a simple vista, y empieza a acabar con nosotros uno a uno, a una velocidad increíble. Por lo que quedamos desubicados, y aunque no nos lo preguntemos literalmente así, nos llega la duda de “¿cómo es que los animales más despiadados, más atroces, estén corriendo de algo microscópico?”. Es ahí donde nos damos cuenta que aquella idea de seguridad y estabilidad es una ilusión, sobre todo en unos animales tan impredecibles como lo somos nosotros, y que la verdad es que somos demasiado vulnerables hacia demasiadas cosas. Porque al fin y al cabo eso es lo que somos: animales. Animales que son movidos por sus instintos, animales que se enfrentan a peligros en su día a día, animales que encuentran una forma directa o indirecta de lidiar con la sobrepoblación si la hay.

Llegamos a un punto en el que pensarnos como animales es algo degradante, o peyorativo, lo cual es bastante inoportuno al momento de tener pánico o miedo. Desmond Morris, un zoólogo, pintor, y escritor británico escribió un ensayo científico llamado El Mono Desnudo, en el cual expone varias ideas interesantes, pero hay una en particular que me parece necesaria exponer aquí. De manera breve, Morris explica que cuando viene a la evolución del mono, se produjeron muchos cambios en muy poco tiempo, los cuales no solamente fueron a nivel físico, sino también a nivel etólogo, creando algo así como una doble personalidad en nuestra especie. Entonces, por un lado, somos como cualquier otro animal, que necesita comer, hidratarse, descansar y reproducirse; y por otro, no somos animales, sino seres superiores, inteligentes, y creativos. Es por esto que nuestro deseo de ser los mejores se ve mezclado con nuestro instinto animal, lo cual pensamos que es incorrecto, o hasta un “pecado”. Entonces, cuando viene a nuestro miedo por el Covid-19, hay dos cosas a las que le tenemos miedo principalmente: a la muerte y a perder nuestra supremacía (los cuales pueden llegar a estar conectados). Como seres humanos, somos una especie que reflexiona, que niega, y que se preocupa sobre la muerte, la cual es la responsable de mostrarnos que ella es la que es invencible e inevitable, no nosotros. Así que al llegar una enfermedad que demuestra poder matar a más de cuatrocientos mil personas en un lapso de unos 5 meses nos alarma enormemente porque es un llamado a la realidad, en la cual nos cuesta aceptar que no somos lo que queremos ser.

En ocasiones de aprieto se nos hizo normal que llegara alguien con un tono autoritario a decirnos que hay una amenaza para nosotros, pero que estuviéramos tranquilos, que él sabría qué hacer, que él sabría cómo llenarnos de palabras esperanzadoras, que son palabras para reasegurarnos nuestro supuesto poder. Somos criaturas frágiles que necesitan el constante calor que nos brinda la seguridad, en nuestra familia y en nuestros amigos. Sin embargo, el miedo nos obligó a huir, por lo cual estamos en cuarentena, encerrados en nuestras casas, donde se supondría que es donde reside el calor del que hablo, pero lo dudo mucho. Estamos en una jaula en la que nuestro cerebro no es una herramienta eficaz y creativa, sino nuestro peor enemigo.