Ciencias Sociales y Humanas

21 de abril de 2020

La pandemia y el sentido de la muerte

Sobre la imagen utilizada: detalle de “Miró. Sobreteixims” (1973)
Texto escrito por Leonardo González, docente del programa de filosofía de la Universidad Externado de Colombia.

 

Tratar de darle algo de sentido a la situación en la que nos encontramos es difícil. Lo que hoy vivimos sobrepasa por mucho las ideas que damos por sentadas. Basta con advertir que lo que pensamos sobre la normalidad o sobre la vida cotidiana, ideas que parecían ser suelo firme, van adquiriendo un nuevo sentido.

La pandemia está afectando prácticamente todos los aspectos de nuestras vidas y también todos los niveles de la sociedad. Aún es muy temprano para comprender todo lo que está sucediendo, y me siento extraño escribiendo sobre un fenómeno que estoy seguro que no acabo de entender, por eso aquí tan solo ofrezco una perspectiva más que se suma a la inmensa cantidad de cosas que se han dicho.

Indudablemente esta emergencia nos ha impactado de alguna manera a todos. Cada quien tiene su versión de las cosas, cada quien podrá hilar su historia personal teñida de sus propias circunstancias. Y en todo caso, hay una experiencia que, en mi opinión, todos hemos experimentado, y en la que, como es de esperar, no nos hemos detenido a pensar lo suficiente. Me refiero a la cercanía de la muerte.

El futuro, como pocas veces, se nos presenta incierto y lleno de interrogantes. Nadie sabe muy bien qué pueda pasar. Y la muerte, como pocas veces, se nos presenta como una posibilidad real. No trato de ser fatalista ni exagerado. En realidad esta experiencia es parte de la condición humana, siempre ha estado ahí, solo que las circunstancias extraordinarias que estamos viviendo la ha convertido en algo explícito y común.

El dispositivo de la civilización y el velo de la tecnología ciertamente nos ayudan a olvidar la muerte. La humanidad ha llegado a controlar tanto la naturaleza que pensamos que tenemos (algún) control sobre ella. La promesa moderna del dominio sobre la naturaleza parece estar cumplida.¡Pero ya no podemos creer más en estas ideas! El velo se ha caído, y al menos temporalmente, cualquiera de nosotros, en cualquier lugar, puede enfermar y morir. No dudo del poder de la ciencia. Seguramente se producirá en tiempor récord una vacuna que literalmente salve a la humanidad. Aun así, la lección está aprendida: no podemos ser ciegos a  la vulnerabilidad humana.

Lo que me sorprende es que aún siendo tan evidente, nos resistimos a aceptar esta idea. Pensemos en la forma como se ha articulado el discurso sobre la muerte. ¿Cuál es el sentido que los gobiernos y los medios de comunicación le han dado? Mi impresión es que aquí, como en otras tantas esferas de la vida humana, estamos atrapados en el paradigma cientificista de la cuantificación. Hemos normalizado la muerte a través de estadísticas, proyecciones, números y miles de datos y gráficas. Los gobiernos y los medios de comunicación, en su afán de comparar, medir o informar, han caído en lo que llamo la cuantificación de la muerte: ‘¿cuántos infectados aquí?’, ‘¿cuántos muertos allí?’ ‘batió su propio récord de muertes’. Todas estas son expresiones que se han normalizado y que hemos escuchado repetir hasta el cansancio. Hoy la muerte se convirtió en una cifra estadística.

Las ventajas de este paradigma son indiscutibles. Los políticos y gobernantes necesitan evaluar la situación para tomar decisiones, y la mejor forma de hacerlo es a través de esta mirada cuantificadora y científica. Incluso, como ya muchos han señalado, es también una herramienta dentro del Establisment para el control y hasta para la coerción social.

El triunfo de este paradigma se evidencia es que nosotros ya naturalizamos esta forma de ver las cosas. La cuantificación de la muerte nos sirve para despersonalizarla, para verla lejos y abstracta; para sentir un leve alivio. Dicho sea de paso, se trata del mismo fenómeno que lamentablemente sucede con el conflicto armado en Colombia: para quienes vivimos en las ciudades, las víctimas parecen ser solo una estadística…

Lo único que busco cuestionar es el dominio de esta mirada cientificista. Aquí está presente todo un ejercicio biopolítico que está configurando nuestra comprensión sobre la vida y sobre la muerte. Tendríamos que repensar otras formas de darle sentido a la enfermedad, a la vulnerabilidad y a la muerte; y en vez de despersonalizarlas, en vez de enmascararlas detrás de la info-demia, creo que haríamos bien en cultivar una mirada más humana.

Aquí solo pongo las cartas sobre la mesa y trato de indicar la presencia, la fuerza y las implicaciones vitales del paradigma de la cuantificación. Y lo que sugiero es que podemos trascender este discurso. Espero no decepcionar al lector al confesarle que no sé muy bien cómo hacerlo. Eso sí, creo que este esfuerzo por tomar distancia es básicamente una decisión individual, pues si bien es algo que nos afecta a todos, es un asunto personal formarse una posición al respecto. También creo que para enfrentar toda esta penosa situación de una manera más cercana, más humana y ante todo más personal habrá que recurrir a dispositivos culturales que sirvan de contrapeso: la filosofía, las artes, las humanidades y –¡por qué no!­– hasta la religión bien pueden ayudar.

 

Adenda: “memento mori”, “recuerda que debes morir”, es un ejemplo de lo que digo. Esta locución latina ha sido reeditada varias veces desde la antigüedad, a veces de formas más pesimistas, otras en un tono más alentador. Quienes la invocaban la usaban como un recordatorio de que somos seres mortales, como una forma de tomar consciencia de la limitación y la vulnerabilidad propias de la condición humana. Yo me alejo de las connotaciones sombrías y fatalistas, prefiero pensarla como una forma de vigorizar la vida: ante la consciencia de la muerte, las prioridades se hacen más claras, por decirlo de alguna manera. Y así, sin el enmascaramiento de la muerte, la existencia cobra más fuerza y sentido. O bueno, esa es la promesa…