Ciencias Sociales y Humanas

24 de junio de 2020

Introspección a pleno sol (Una reflexión desde el cuento Casa tomada y la actual pandemia)

Un texto escrito por Rossana Yacelly Acosta,  estudiante del Colegio Santa Francisca Romana

Correo electrónico: ryacelly@csfr.edu.co

En la crisis de salud pública actual, el aislamiento entre los seres humanos protagoniza la solución más viable para evitar el contagio del covid-19. Que cada persona esté apartada de las actividades rutinarias puede resultar aburrido, desconcertante y abrumador. Es claro que el efecto del aislamiento en cada individuo es relativo: para los introvertidos que pasan la mayoría del tiempo solos puede resultar algo usual, en cambio, para alguien sociable, esto resulta un escenario angustiante. La gran mayoría de personas están sintiendo una especie de terror por estar ante una situación irremediable: el miedo a la muerte o incluso a la idea de un futuro insólito. No obstante, esta contingencia puede ser una oportunidad para que el sujeto inicie una reflexión profunda sobre sí mismo y su entorno, una ocasión en la que pueda conocerse y adentrarse en las profundidades temibles de su mundo.

Para analizar la situación de la pandemia, el encierro y la angustia, quiero hacer mención al cuento Casa Tomada, del prestigioso escritor argentino Julio Cortázar. Uno de los aspectos clave de este escrito es el hogar, conocido como el lugar donde un grupo de individuos habita, creando en estos mismos la sensación de seguridad y calma. El hogar es donde nos resguardamos, un sitio que nos da una sensación de protección, en el que nos alejamos de las zonas amenazantes. A pesar de ello, con el paso del tiempo, esto se convierte en un proceso en el que, al estar tan presente en aquel lugar, nuestra casa podría incluso volverse un lugar aterrador, que almacena nuestros recuerdos, temores, desilusiones y pensamientos; en cada espacio, objeto, y personas, hay un significado, una historia o un sentimiento tanto negativo como positivo. Seguramente es por eso que a veces sentimos la necesidad de zarpar, de respirar un aire diferente. Es evidente que a veces no queremos lidiar con lo que conocemos, con lo que está siempre presente en nuestra cabeza, con los recuerdos que alguna vez fueron nuestra cotidianidad y que se amontonan en cada esquina de nuestra vivienda. Sin importar que estemos huyendo de nuestra zona segura, a veces hasta lo que más conocemos nos abruma, nos causa remordimientos o ansiedad por lo que pudo ser y no fue, dolor por quienes ya no están y no volverán, surgiendo la necesidad de un descanso, un escape.

En el relato Casa Tomada en cada frase hay una oportunidad de reflexión. Esta intrigante historia narra la forma en la que los habitantes de una casa son desplazados debido a que su hogar está siendo ocupado por unos intrusos. Los personajes son una pareja de hermanos, Irene y el narrador (cuyo nombre no se menciona), los dos son ya adultos, tal vez están alrededor de los cuarenta años, y se han pasado la mayor parte de su vida cuidando de aquella casa. Los dos personajes llevan años encerrados en el mismo espacio, tal confinamiento conduce a muchas personas a considerar que estos dos parientes puedan ser parte de una relación poco convencional. Ninguno ha contraído matrimonio por lo que parece sugerir una relación incestuosa, de hecho, se menciona su relación como un “simple y silencioso matrimonio de hermanos”. La pareja del narrador, Maria Esther, falleció antes de que pudieran comprometerse, mientras que Irene ha rechazado a dos pretendientes; al parecer, los dos están conformes con su situación, porque, según lo que se concluye de lo relatado, no toman ninguna acción por cambiar este aspecto de su vida.  Ambos han cuidado la casa por años, viven en un aislamiento del mundo exterior. La historia nos va relatando que los habitantes de la casa solo salen raras ocasiones. Y aparentemente, el que más frecuenta las calles es el hombre, a veces para ir en búsqueda de nuevos libros y para comprarle lana a Irene, mujer que pasa la mayoría del tiempo tejiendo. Este hecho podría sugerir una sutil alegoría a un patriarcado: la mujer estando resguardada mientras que el hombre, el encargado de asuntos públicos, es el que frecuenta la calle, aquel lugar peligroso.

 Ahora bien, en el escenario actual de la cuarentena, hombres y mujeres están entre cuatro paredes, poniendo de misma forma a muchas mujeres en peligro de la violencia de género, creando terror para ellas tanto en las calles como en casa. De igual manera, el coronavirus destruye el estigma del sexo débil, se registra que mueren más hombres que mujeres por este virus, esto seguramente debido a la inmunología basada en el género. Entonces, se plantea la duda de ¿quién se debería quedar en casa? Este virus parece sacar a la luz muchos aspectos de nuestra sociedad resaltando lo más y lo menos significativo, y como ocurre en casa tomada se están viniendo abajo costumbres, mitos y rutinas.

 Retomando el cuento, en la narración se muestra una precisa descripción de sus actividades rutinarias, todos los días aparentan ser idénticos, resultando bastante monotemático y sin ninguna preocupación mayor o conflicto presente, siguen una cotidianidad a la que están bastante apegados.  Luego de esta meticulosa explicación, describe el autor, de repente, se comienzan percibir unos ruidos, de procedencia desconocida, que parecen ir acechando a los personajes, obligando a los hermanos a abandonar su morada gradualmente, por partes, y al final la pareja tiene que desalojar la vivienda, tirando la llave por la alcantarilla, dejando atrás todo lo que tenían. La historia, descrita de esa manera, puede llevarnos a varias interpretaciones, pero me centraré en la ya mencionada situación del coronavirus desde una mirada filosófica. Lo que experimentan los personajes de la narración y lo que hoy en día experimentamos nosotros por la situación crítica de salud pública es similar: ambos tenemos miedo de un enemigo invisible, en el caso de los personajes, unos sonidos, en nuestro caso, un virus; pero en ambos casos el peligro es el mismo: se puede llevar lo que somos y tenemos.

En Casa Tomada al hablar del hogar, Cortázar demuestra el valor significativo de este, el lugar donde pasamos la mayoría del tiempo y se construyen nuestros recuerdos. Ahora, es necesario resaltar que la situación está invertida porque mientras en el cuento lo más seguro era salir de casa, en nuestra realidad actual permanecer adentro es sinónimo de protección; parece la mejor opción ya que la enfermedad, la desgracia y el sufrimiento mismo, se encuentran en las calles. Se podría así mismo afirmar que estamos atrapados, todos a la expectativa de que alguien encuentre una cura, una forma de desafiar y eliminar a los intrusos en nuestro “hogar”, que invaden nuestra cotidianidad, quienes nos cohíben de experimentar e interactuar como lo veníamos haciendo. Así, tanto en la historia como en la cuarentena se refleja cómo los seres humanos, consciente o inconscientemente, dependen de la rutina, viviendo muy apegados a lo conocido y es cuando nos apartamos de ese lineamiento o costumbre que comienzan a salir a la luz los vacíos en nuestras vidas, situación que nos hacen tomar conciencia del valor de las cosas pequeñas, que al final del día no son tan insignificantes.

En estos tiempos, especialmente, en los que los seres humanos estamos atrapados en este círculo vicioso del capitalismo y materialismo, somos expertos en lo exterior, en lo físico y en lo tangible. Nos dejamos guiar por caminos confusos para terminar ofuscados del mundo exterior, pero sin poder reconocer nuestro propio mundo, del que sí somos dueños. Tal vez sea por miedo, por miedo a no saber si nosotros mismos somos lo que queremos ser, por temor a reconocer en lo que pueden terminar estas meditaciones de nuestro yo. Hoy, en pleno 2020, quedarse dentro de cuatro paredes nos proporciona encontrarnos, repasar nuestros sentimientos, actos y épocas anteriores, que pueden resultar en algo tan sofocante como placentero, una introspección es muy similar a nadar en el mar abierto, porque no sabes que tan seguro va a resultar  sumergirse y avanzar,  pero aunque se corre el riesgo, es importante no perder la oportunidad de conocer, de nadar hacia espacios que nunca antes habían sido visitados, como aquellos pensamientos de los que llevábamos perdiendo el rumbo desde hace tanto tiempo.

Para terminar, Casa tomada y la situación actual de la pandemia son un espejo para ver la capacidad que tenemos los seres humanos para adaptarnos a cosas nuevas, para hacer frente a la adversidad acudiendo a recursos como el arte, la lectura, o buscando pequeñas distracciones: charlas con amigos, visitas virtuales con la familia que está lejos, dándonos cuenta que todos estos recursos son indispensables para sobrellevar momentos difíciles, para lograr una armonía parcial en tiempos caóticos. Pero, así como en el cuento y nuestra situación actual, el arte y la reflexión filosófica son las herramientas para nuestra introspección a pleno sol: para repensarnos en medio de la soledad.