Ciencias Sociales y Humanas

2 de diciembre de 2022

El enemigo interno

Por Andrés Santiago Beltrán Castellanos

Autoría de la imagen: Valeria Beltrán Muñoz

En el segundo semestre de 2022, tuve la fortuna de asistir a clases con el filósofo Edgardo Castro, quién, haciendo alusión a la estrecha relación entre el francés Michel Foucault y su contemporáneo profesor, el marxista Luis Althusser, comenta que fue tan fuerte, que incluso, lo visitó de manera regular en el sanatorio donde fue recluido luego de asesinar a su esposa mientras muchos de sus antiguos discípulos se alejaron. No había otro lugar para resguardar a un hombre cuya importancia intelectual llega a nuestros días y perdió la gloria en su tiempo por el horrible crimen. En El porvenir es largo (1992), Althusser indica que es un desaparecido: aunque no está muerto, tampoco se siente vivo. El profesor Castro invita a reflexionar sobre el alcance de esta máxima, especialmente, porque durante la dictadura argentina (1976 – 1983), Jorge Rafael Videla la enuncio para referirse a las personas que no regresaban a sus hogares -en un alto porcentaje, después de ser retenidas arbitrariamente por individuos a su mando- y eran reconocidos por ser una voz contraria a la Junta Militar que él presidía[1].

Un significativo número de los familiares de estas personas -principalmente sus mamás- iniciaron una titánica campaña para exigir a la dictadura se investigará qué paso con ellos, frente a la presión, Videla manifestó en los medios de comunicación que no era posible iniciar la búsqueda, su condición de “desaparecidos”[2] impedía determinar con claridad el estatuto legal -enuncia que quizás decidieron no regresar- en tanto, no le compete a su gobierno ir tras ellos. Estas valientes mujeres recibieron el nombre de las Madres de la Plaza de mayo[3], lugar donde, incluso hoy, se congregan los jueves en horas de la tarde, no solo a alzar la voz por sus hijos, también por sus nietos, muchos de ellos fueron arrancados del hogar y entregados a familias de militares. Una generación de argentinos encarno un padecimiento no menor a una tragedia griega. Aquellos a quienes reconocían como progenitores y amaban de corazón, resultaron ser parte de la maquinaria asesina de sus padres biológicos. 

En Colombia, se ha vivido un fenómeno análogo, en este caso, los desaparecidos son miles de personas, especialmente, jóvenes marginados que salieron de sus casas un día cualquiera en búsqueda de trabajo o a realizar otra actividad no relacionada con el conflicto armado y tiempo después, fueron reportados como “bajas en combate”. En términos personales, para obtener un incentivo: licencias, mejoras alimenticias, etc., y aumentar los indicadores de efectividad en la lucha contrainsurgente de los que ostentaban el poder político, se diseñó un macabro sistema de efectividad basado en la muerte. La enunciación “dar de baja” es un eufemismo utilizado para legitimar la aniquilación del contrario. Nuestros enemigos nos asesinan, nosotros, los damos de baja, nosotros merecemos una tumba, ellos, una fosa común, no son más que un número, uno menos en la cuenta por saldar para volver a la plenitud que ellos mismos alteraron. 

La Biblia ofrece algunos ejemplos de esta búsqueda de pureza en la eliminación del contrario. Entre estos, destaco dos, cuya lectura fue la causante de que mi devoción exacerbada se convirtiera en un sobrio escepticismo frente las orientaciones que allí se estipulan. La primera, la masacre realizada a petición de Moisés. Cuando el líder del pueblo hebreo bajo del monte Sinaí con los mandamientos esculpidos en piedra, contemplo que algunas personas realizaban ofrendas a un ídolo de oro, este acto de idolatría desato su furia, rompió las dos tablas y ordeno la muerte de todos aquellos que participaron: “Póngase cada uno la espada sobre el muslo, y pasad y repasad por el campamento de puerta en puerta, y matad cada uno a su hermano y a su amigo y a su vecino” (Éxodo, 32, 27). El segundo, la orden dada por el profeta Samuel a Saúl, el primer rey israelita, de asesinar a toda persona y animal de un pueblo con el que se habían enfrentado con anterioridad en el desierto: “Así que ve y mata a los amalecitas; destruye todo lo que tienen. No les tengas compasión a sus hombres ni a sus mujeres, y ni siquiera a sus niños de pecho; ni a sus vacas, ovejas, camellos y asnos” (1 Samuel, 15, 3). 

Tanto en el caso de Moisés con los enemigos internos, como en el de Samuel con los externos, purificar el pueblo se hace un imperativo para garantizar la supervivencia de la nación. En nuestro país, la victoria del NO en la consulta plebiscitaría de 2016 para refrendar los acuerdos de paz con las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia: Ejército del Pueblo (FARC EP) en el marco del proceso de negociación del gobierno de Juan Manuel Santos con esta guerrilla se puede entender como una sedimentación de esta apuesta ascética. Se prefirió eliminar al contrario en batalla y no en las urnas, incluso, si este ya había desistido de la lucha armada, el mensaje fue que tomará de nuevo las armas. 

Comprender el fin de la guerra como el paso de la reducción de las causas estructurales que la provoca y alimenta con el reclutamiento forzado y no la eliminación física del adversario, se constituye en una tarea fundamental en la que los educadores debemos insistir. Muchos malvados son producidos por las dinámicas desiguales que los buenos resguardan y están dispuestos a defender. En este sentido, el Informe final de la Comisión de Paz denominado Hay futuro si hay verdad (2022) se constituye en un elemento primordial de reflexión y acción. Este documento, además de hacer un balance de las atrocidades cometidas por los actores armados en el marco del conflicto interno señala una ruta de acción para sanar las heridas. 

Con antelación al plebiscito, se publicó el informe Basta ya, Colombia: memorias de Guerra y Dignidad (2012), lo que evidencia que no solo exponer la verdad transforma la percepción, se requiere sensibilizar, como bien lo realizaron los dinamizadores del NO, que para desacreditar el proceso de paz, no solo recurrieron a los enemigos externos del orden social (la guerrilla), sino a los internos, esos que por incrustarse más allá de la psiquis y habitar en los miedos más profundos generan mayor impacto. Se sigue prefiriendo ser desangrado por el mosquito a compartir el mismo espacio con la araña.

La protección de la esencia del pueblo requiere la defensa de las instituciones que lo sostiene, entre ellas, la familiar, mediante el resguardo del modelo imperante (padre-madre-hijos). El supuesto favorecimiento de la denominada ‘ideología de género’ con la circulación de algunas orientaciones del Ministerio de Educación Nacional se constituyó en un caballo de batalla. Se argumento que había un alto riesgo de desmoronamiento moral de la sociedad al institucionar la mirada que propone el género como una construcción social y no lo dado de acuerdo a los genitales concedidos por la naturaleza y/o al designio divino: varón y hembra. 

En el marco de este código binario en el que se presentan las diferentes manifestaciones sociales, entre ellas, la guerra; la población LGBTIQ+ ha sido confinada a un limbo por todos los actores involucrados. En las zonas de influencia de la guerrilla o los paramilitares, la vulneración de sus derechos es la constante, no pueden expresarse, sentir o trabajar sin intimidación. La paradoja radica en que el escenario es similar al que ofrece la sociedad democrática que ha condenado a un gran número de sus integrantes a actividades marginales, especialmente la prostitución. 

En ese sentido, ¿qué diferencia existe entre el país que ofrecen los grupos alzados en armas al que presenta el Estado de Derecho?, ¿qué diferencia existe entre la exclusión del paraíso que promueve algunas comunidades religiosas, la normalización del escenario educativo que prescinde de los que no logra someter y el accionar del grupo armado que promulga que las mujeres trans no pueden utilizar la ropa con la cual se sentirían a gusto so pena de recibir latigazos en los casos de mayor indulgencia? 

La paz no debe ser pacificación, a saber, la desaparición fáctica o simbólica del otro, por el contrario, es la aceptación de este en su diferencia radical, en cuanto un otro distinto a mí, que tiene el derecho de ser y estar en el mismo mundo. Mientras esto no se interiorice, las posturas que apelan al enemigo interno para defender la pureza de la nación encontraran asidero. De este modo, se seguirá aceptando la exclusión de lo distinto, sin importar el medio: podremos seguir señalando en la misa o el culto a los que no compartirán la eternidad a nuestro lado hasta arrepentirse y convertirse en otro yo; entrar al aula sin el peso de conciencia por los que ya no están y preferimos no regresen por increparnos y; cenar tranquilamente, mientras los noticieros proyectan las imágenes de los muertos en combate. 

Referencias bibliográficas 

Althusser, L. (1992). El porvenir es largo-Los hechos. Ediciones Destino.

Centro de memoria histórica (2012). Basta ya, Colombia: memorias de Guerra y Dignidad. Recuperado el 10 de agosto de 2022 en: http://www.centrodememoriahistorica.gov.co/micrositios/informeGeneral/descargas.html

Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y la No Repetición. (2022). Hay futuro si hay verdad. Informe final. Recuperado el 30 de agosto de 2022 en: https://www.comisiondelaverdad.co/sites/default/files/descargables/2022-06/Informe%20Final%20capi%CC%81tulo%20Hallazgos%20y%20recomendaciones.pdf

Sociedades Bíblicas Unidas. (ed.).  La Biblia de estudio, Dios habla hoy, con deuterocanónicos. Colombia. Tercera edición.


[1] Las calles de la capital de la Argentina resguardan la memoria de lo acontecido durante la dictadura. En el suelo, al ingreso de la facultad de filosofía de la Universidad de Buenos Aires una placa conmemorativa enuncia lo siguiente: “A cuarenta años del golpe cívico militar de 1976 honramos la memoria de estudiantes, docentes, graduados y trabajadores de esta facultad. Militantes populares detenidos, desaparecidos, asesinados por el terrorismo de Estado”.  Al levantar la cabeza, lo primero que se observa, son carteles con algunos nombres de los desaparecidos, la lista se extiende hasta la esquina. Quien desee continuar indagando, se le recomienda tomar una caminata de 40 minutos hasta El ExOlimpo, uno de los centros clandestinos de detención y desaparición de presos políticos. Hoy, este escenario es un lugar de memoria.

[2] Para nosotros, la legitimación del estatuto de desaparecido se encuentra en el correlato del “limbo” cristiano, ese lugar hipotético que algunos padres de la iglesia propusieron para dar abrigo a los fallecidos que manifestaron una espiritualidad ejemplar y que, de acuerdo con el dogma, no podían ingresar al paraíso por no haber recibido el bautismo. Ese afán de salvación es la causa que muchos niños sean ungidos a las semanas de nacer y que la partida de bautismo haya sido más importante que el registro civil, como en el caso de mi madre, cuya fecha de nacimiento en la cédula es la de su inicio en el mundo católico y no de cuando mi abuela tuvo el parto un mes antes.

[3] En Colombia, los familiares de los desaparecidos debido a ejecuciones extrajudiciales en la capital y aledaños se congregan, en gran número, en el Colectivo denominado Madres de Falsos Positivos de Soacha y Bogotá (MAFAPO). Existen otras organizaciones de familiares de desaparecidos, entre las cuales destaca la Asociación Caminos de Esperanza-Madres de la Candelaria. Se referencian estas dos por la analogía en los nombres con el movimiento argentino que hemos descrito. Solicito excusas por la omisión de las restantes organizaciones.