REPENSAR LA CONSERVACIÓN DE LOS ESPACIOS MARINOS

Con motivo del Día de las Playas: un llamado a la conservación geológica y cultural de estos espacios de vida

Las playas hacen parte de la vida de los ríos, así no lo veamos. Cada grano de arena que se suma a ese cuerpo costero en constante cambio, son la evidencia del trabajo realizado por el agua a lo largo de su camino para llegar al mar, erosionando las diferentes superficies que lo rodean. Desde el punto de vista geográfico, las playas no sólo son el escenario de una forma con historia propia y que se puede identificar fácilmente a través de la observación. En definitiva, son un espacio en constante dinamismo que atrae diferentes formas de vida donde el humano suele divertirse, extraer y desplegar todo su ingenio.
Sin ríos no habría playas y, por ende, muchas de las relaciones que hoy hacen de este espacio uno singular para la vida puede estar en riesgo de perderse. El ascenso del nivel del mar y el constante deterioro de los ecosistemas que tienen lugar en este espacio reclama de una mirada integradora y total, capaz de pensar y sentir en todas sus dimensiones, retando al ojo montañero, del interior, para los habitantes que viven lejos de playas a ser consciente del oleaje, las mareas, lo profundo del mar y la sal en su cuerpo.
Hoy y siempre, el espacio marino costero reclama de una mirada geográfica para ordenar su territorio, en un país con privilegios irrepetibles de tener al occidente el océano Pacífico y al norte el mar Caribe, estos dos distintos en sus características ecosistémicas y culturales pero similares en cuanto a la urgencia de tener un estado soberano, metas ambientales claras y mayor protagonismo para rumbo del país. Nuestras playas son otro patrimonio que hasta hace poco vamos descubriendo su importancia y necesitamos sopesar no solo su valor útil para el turismo y el sol de playa, también geológico, cultural y de espacio de vida.

Por Nicolás Pérez

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